El portafolio debería entenderse como un ser vivo que nace y va evolucionando y desarrollándose adaptativamente a su entorno. Reacciona y mejora. Es también una herramienta que nos proporciona una oportunidad para reflexionar tanto al docente como al alumno: al alumno en tanto que le supone desarrollar una competencia básica que no es otra que aprender a aprender. Una competencia que es distinta para cada uno y que implica por una parte una recopilación de información analizada según su criterio y por otra un análisis de mejoras . El docente no queda fuera de esta ecuación sino que además debe ser el guía para el desarrollo inicial del portfolio del alumno y para sí mismo en tanto que, su propio portfolio docente debe responder recurrentemente a una serie de preguntas cuya respuesta moldeará dinámicamente el diseño y contenido del mismo.
La reflexión nace del planteamiento de una serie de preguntas como: ¿la metodología que estoy utilizando en mis clases es efectiva y cómo puedo mejorarla? ¿De qué recursos dispongo y cómo los puedo optimizar? ¿Cómo de crítico soy conmigo mismo? ¿Cómo acepto las críticas (evaluaciones) de otros? ¿En qué me sirven para mejorar? ¿Cuáles son mis objetivos y cómo los voy alcanzando o modificando?
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